Los secretos para el secrétaire

En tiempos de transparencia, el secreto se revaloriza. Eso es lo que pienso cada vez que me enzarzo en una de esas disputas estériles de Twitter. ¿Cómo puede este pensar algo así? ¿Cómo puede gustarle a aquel a quien tanto aprecio una publicación como esa? Pues sí, todos ocultamos secretos y cuando salen a la luz nos dejan boquiabiertos. No hay nada más doloroso que descubrir que aquel a quien admiramos apoya lo contrario de lo que creemos, especialmente si se trata de cuestiones sensibles.

A este propósito, recuerdo una ocasión en la que Ferran Monegal invitó a Monseñor Martínez Sistach a su programa y le preguntó acerca de los límites del humor. El cardenal respondió a la pregunta con tono serio: miri, la fe, la pàtria, la llengua i la mare no es toquen. Se me quedó grabada aquella respuesta y hoy la recuerdo más que nunca. Lo que a mi juicio quiso decir el antiguo arzobispo de Barcelona es que hay ciertos discursos que no conviene airear.

 Precisamente esa es tarea de Twitter, esparcir comentarios, respuestas, imágenes y vídeos que a veces nos gustan y otras tantas, la mayoría, nos irritan. Todo dependerá de los filtros con los que uno configure su red social. No vamos a entrar en eso. Lo que vengo a decir es que no estamos preparados para enfrentarnos a un bombardeo continuo de estímulos negativos que minan nuestra autoconfianza. No podemos cuestionar nuestras creencias cada día sin que con ello llegue el insulto, la rabia o el resentimiento.

El bloqueo y el silencio se vuelven necesarios si deseamos preservar la convivencia y la salud mental. Hay cosas del otro que no deberíamos saber. Tu voto, tu opinión política, tu creencia religiosa o tus odios guárdatelos para ti y para los tuyos. Hace diez años nos contentábamos con leer a fulano e ignorábamos completamente lo que pensaba, hoy, en cambio, nos tragamos cuarenta o cincuenta veces lo que publica. Hace quince años leíamos la columna semanal de alguien, torcíamos el morro y nos olvidábamos. Hoy nos encontramos no solamente su columna, sino todas sus opiniones esparcidas y comentadas por doquier.

Secretitos en reunión son de buena educación.

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